Como cristianos, sabemos que debemos obedecer al Señor, porque la Biblia así nos lo dice. (Juan 14.23-31)
Pero no todas las obediencias son iguales, como cada padre puede testificarlo. Por amor, algunos hijos hacen voluntariamente lo que se les dice, mientras que otros obedecen aunque llenos de ira y resentimiento.
Jesucristo señaló cuál debería ser nuestra motivación cuando dijo: “El que me ama, mi palabra guardará” (Juan 14:23).
Es nuestro amor por Cristo lo que debe alimentar nuestra obediencia.
En 1 Juan 4:19 dice que de hecho, la única razón por la que podemos amarlo, es porque Dios nos amó primero.
Y aquí está lo mucho que el Padre se preocupó por nosotros, incluso antes de que tuviéramos interés en complacerlo, envió a su Hijo a cargar con nuestros pecados y morir en nuestro lugar para que pudiéramos ser perdonados.
Y cuando recibimos a Cristo por fe, Dios derrama su amor en nuestro corazón a través de su Espíritu Santo (Romanos 5:5).
El amor de Dios por nosotros y nuestro resultante amor por Cristo, nos motivan a obedecerlo en todo.
En vez de esforzarnos más por cumplir, tal vez deberíamos pedirle a Dios que nos dé más amor por Cristo, porque cuanto más lo amemos, mejor podremos dejarnos guiar por su voz.
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