Mateo 5:3 Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos.
En Lucas 18:9-14 Jesús habla de dos hombres que fueron al Templo a orar. Uno era un Fariseo y el otro un recaudador de impuestos. El Fariseo se jactaba ante Dios por sus esfuerzos de auto justificación, el recaudador de impuestos humildemente reconocía su pecado. El Fariseo fue orgulloso y se alejó todavía en pecado, el recaudador de impuestos se fue perdonado.
La palabra griega traducida como “pobre” en Mateo 5:3 fue usada en el griego clásico para referirse a aquellos que se colocaban en los rincones oscuros de las calles de la ciudad pidiendo limosnas.
Estas personas no tenían ningún recurso personal, eran totalmente dependientes de las donaciones de otros. Esa misma palabra es usada en Lucas 16:20 para describir a Lázaro el pobre.
El paralelo espiritual muestra aquellos que saben que espiritualmente son incapaces y desposeídos absolutamente de todo recurso humano que les pudiera encomendar a Dios. Ellos dependen totalmente de la gracia de Dios para salvación y también dependen de Su gracia para la vida diaria.
Jesús les llamó gente feliz porque son verdaderos creyentes y el reino de los cielos les pertenece.
La palabra traducida como “de ellos” en Mateo 5:3 es enfática en el texto griego, el reino de los cielos definitivamente les pertenece a aquellos que son pobres en espíritu. Tienen la Gracia de Dios ahora y disfrutarán plenamente de Su gloria más adelante (1 Juan 3:1-2) ¡Ese es motivo de gran alegría!
Isaías 57:15 dice: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”
David añadió “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmo 51:17)
Como el humilde recaudador de impuestos, reconoce tu debilidad y depende totalmente de los recursos de Dios. Entonces Él escuchará tus oraciones y satisfará tus necesidades.
¡Ahí es donde la felicidad comienza!
Por John MacArthur