1 Corintios 4:1-5
Así, pues, ténganos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios.2 Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.3 Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo.4 Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor.5 Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.
Al terminar nuestros estudios, la mayoría nos sentimos aliviados por no tener más pruebas. Sin embargo, nuestros días de prueba no han terminado, porque Dios tiene una especie de examen final para los creyentes.
Y así como necesitábamos estudiar para demostrar nuestro progreso en la escuela, también debemos estar preparándonos para el día en que el Señor evalúe nuestra vida.
Aunque los cristianos no seremos juzgados por nuestros pecados, ya que Jesucristo los llevó en la cruz, somos responsables ante el Creador por la manera que hemos vivido desde el momento de ser salvos.
Todos nos presentaremos ante el tribunal de Cristo para que nuestras obras sean evaluadas con el fin de ser recompensadas.
Algunas de las acciones que creíamos buenas, serán consideradas sin ningún valor por el Juez que conoce nuestros motivos, mientras que otras serán recompensadas.
Hay muchos factores por los cuales el Señor evalúa nuestras vidas, y su conocimiento de cada detalle es absoluto.
No tendremos excusas por los motivos equivocados o por la pérdida de tiempo y oportunidades.
Por lo tanto, debemos vivir a la luz de la eternidad cada día de nuestra vida, buscando agradar al Señor con nuestros pensamientos, motivos, palabras y acciones.
Créditos: Ministerios en contacto