El Apóstol Pablo escribió en Romanos 6:6 que nuestro viejo yo fue crucificado con Cristo. Esto fue un acto decisivo y definitivo en el pasado del creyente.
En Colosenses 3:9-10, Pablo exhorta a los creyentes a que dejen de vivir en los viejos pecados de sus vidas pasadas: “habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo”.
Pablo hace una exhortación similar en Efesios 4:22-24; “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.
En Romanos 6:6 y en Colosenses 3:9-10, Pablo claramente enseña una acción pasada sin lugar a dudas, que ocurrió en el momento en que nacimos de nuevo, pero el pasaje en Efesios implica una acción continua de nuestra parte. El viejo yo fue crucificado con Cristo (santificación posicional), pero como creyentes tenemos que hacer nuestra parte despojándonos del viejo yo y revestirnos del nuevo yo (santificación progresiva).
Ésta no es una exhortación para hacer nuevamente por nosotros mismos lo que Cristo ya hizo por nosotros. Pablo está diciendo que somos nuevas personas en Cristo que necesitamos convertirnos en la práctica en lo que Dios ya nos hizo.
Debemos de tener la voluntad de no dejar que nuestra “vieja manera de vivir” impacte en quienes somos nosotros ahora.
Esta metamorfosis espiritual es ilustrada en la situación apremiante de la oruga.
Esta pequeña criatura rastrera tiene el instinto de subir a lo más alto que pueda por sus propias fuerzas, usualmente a la rama de un árbol. Ahí teje un pequeño botón que forma la coyuntura para el capullo que crea girando sobre ella misma mientras pende de cabeza. La oruga entonces deja de existir, y una milagrosa transformación ocurre.
La oruga se ha “crucificado” a sí misma para “resucitar” como mariposa.
La oruga se despojó de todo lo que era para convertirse en todo aquello que el Creador la había diseñado que fuera.
La oruga no puede recibir el crédito de haberse convertido en una mariposa más de lo que nosotros podemos recibir el crédito de convertirnos en hijos de Dios, lo cual nos es imputado por la gracia de Dios.
Imagine qué pasaría con el crecimiento de la nueva mariposa si eligiera creer que todavía es una oruga y continuara arrastrándose en lugar de volar. La mariposa nunca alcanzaría su potencial, y tampoco nosotros si no creemos que somos nuevas criaturas en Cristo, y aprendemos a vivir de acuerdo a ello.
Por Neil Anderson